Madrugón y al coche para ir aeropuerto, como era
pronto apenas había tráfico y en menos de 20 minutos llegamos. Como el año
pasado, elegimos la opción del Aparcamiento Lavacolla, que te recogen el coche en la misma puerta de salidas
y luego a tu regreso te lo devuelven en el mismo sitio. Unos minutos antes de
llegar llamamos, y mientras bajábamos
las maletas ya estaban llegando ellos, confirmamos los datos y ya está, hasta
la vuelta. El parking por 5 días nos salió por 36 €.
Facturamos en un momento, pasamos el control,
desayunamos y a esperar la hora del vuelo. Esta vez, aunque el vuelo fuera con
Ryanair no había que ponerse tan pronto en la cola, ya que al facturar el vuelo
por internet unos días antes, el programa ya nos asignó asientos, a nosotros
para el vuelo de ida nos dio la fila 9, que no esta mal. Por lo visto desde el
1 de febrero Ryanair asigna asientos al hacer la facturación on-line.
El vuelo salió puntual a su hora, las 9’05. Vuelo
tranquilo de dos horitas, que llegó unos 10 minutos antes de su hora oficial que
era las 10’50; así que sonó la famosa trompetita. El aeropuerto de Bolonia no
es muy grande y la maleta tardaría en salir 10 minutos, no más.
Al salir a la terminal, tienes un mostrador de
Turismo, y allí mismo paramos a pedir un plano, justo al lado (en el mismo
mostrador pero otra chica) puedes comprar el billete del autobús que te lleva
al centro, su precio 6 € y hay que validarlo al subir al bus.
Saliendo a la derecha está la parada, lo pillamos
justito (tienen una buena frecuencia, 15 minutos); el bus es la línea BLQ.
Nosotros nos bajamos en la parada de San Pietro que esta en la céntrica Via
dell’Indipendenza, a la que sólo tardamos en llegar 15 minutos.
El HOTEL CAVOUR lo teníamos a pocos metros de la parada, al llegar
nuestra habitación ya estaba, así que subimos a dejar las maletas. La
habitación estaba muy bien, así como el baño, y su localización era muy buena.
Y sin perder más tiempo antes de la 1 del mediodía
nos disponíamos a conocer la ciudad. Comenzando como no, por su centro neurálgico,
la PIAZZA MAGGIORE, hermosa plaza
desde la que todo turista comienza su visita de la ciudad.
Sin olvidar la pequeña plazoleta PIAZZA DEL NETTUNO, con la fuente
coronada por el Dios Neptuno.
Como la ciudad se puede ver en un día y las
previsiones del tiempo para estos días eran inmejorables, tampoco habíamos
pensado ninguna ruta a seguir; así que comenzamos con el MUSEO CIVICO MEDIEVALE, que se encuentra en Via Manzoni 4, muy
cerca de la Via dell’Indipendenza. Lo más interesante es la colección de
armaduras en el segundo piso y la colección de libros antiguos en el sótano;
aunque nos esperábamos algo más, la verdad es que es prescindible. Horario de
martes a viernes: 9 a 15 horas. Horario sábados y domingos: 10 a 18’30 horas.
Precio: 5 €.
Tras esta visita ya se había hecho hora de comer, y
como llevamos un par de horas en la ciudad no nos calentamos mucho la cabeza y
fuimos a uno de pizza al taglio en
Via dell’Indipendenza, PIZZA ALTERO,
que no estuvo mal, pero no fue gran cosa, y además una de las empleadas era muy
desagradable.
Tras la comida, decidimos pasear y hacer una ruta
que es algo así como la “Ruta del Agua”. La ciudad de Bolonia esconde una red
de de esclusas, canales y tuberías subterráneas bastante extensa, pero solo es
visible una pequeña parte. La mayoría de la ruta no tiene mucho interés, pero
sirve para pasear e ir conociendo la ciudad.
Lo más interesante es el inicio de la ruta, Grada (Viale Giovanni Vicini, 19), que era
el punto por donde llegaba el agua a la ciudad desde Canale di Reno, que se
remonta al siglo XIV.
Y también es interesante hacia el final de la ruta,
la Finestrella di via Piella (Via
Piella, 16), que es una ventanita desde la que se ve el canal, lo que pasa que
en esas fechas no llevaba agua.
Como eran las 4’30 más o menos y no sabíamos que
hacer, aprovechando que estábamos al lado del hotel, nos fuimos y nos echamos
una siestecilla, habíamos madrugado bastante y además veníamos de unos días en
Málaga con los amigos en los que no habíamos parado.
Luego a mitad tarde, pero ya de noche, salimos a
tomarnos algo. Aunque Bolonia no pertenece a la región del Veneto (pertenece a
Emilia Romagna), también tienen la costumbre de los “spritz” aunque no tanto
como en Venecia; y también la del “aperitivi” como vimos en Florencia.
Elegimos uno al azar, pero el BAR IL CALICE (Via Clavature, 13) fue el peor de todo el viaje. Sólo
nos pusieron unas papas y unas olivas, y cada “spritz” nos costo 7’50 €. Luego
comprobamos que ese era más o menos el precio, lo que variaba era el aperitivo
que acompañaba la bebida.
Pero eso no nos quitó la moral y continuamos
buscando, fuimos a NU LOUNGE BAR, que
está en Via de Musei 6, bajo unos soportales muy bonitos. Un lugar modernillo y
con musiquita de fondo bastante agradable, aquí los “spritz” nos costaron
prácticamente lo mismo, 8 € cada uno, pero te ponían un plato con diversas
tapitas frías, pero que estaba muy bien; como el sitio nos gustó, repetimos y
nos tomamos otro “spritz”.
Luego ya fuimos a cenar, a PIZZARTIST en Via Marsala 35 (otro lugar de pizza al taglio), muy cerquita de nuestro hotel. A pesar de que ya
quedaba poco para que cerraran y que no hubiera ya gran variedad de pizzas para
elegir, daba igual porque estaban todas buenísimas, no tenían nada que ver con
las del mediodía; además uno de los chicos habla español y estuvimos un rato de
chachara. Las pizzas y las cervezas nos salieron a los dos por 7’40 €.
Y luego al hotel, mañana ya nos tocata la ruta
completa por la ciudad.
Me encantó este post, muy bueno, siempre he planeado ir a un viaje con mi pareja pero nunca se han terminado de dar las cosas y surge algo, hemos viajado a pocos lugares y cercanos hace algunos años, pero aunque sean pocos estos viajes pues son recuerdos hermosos que anhelamos contar a nuestros sucesores, espero pronto viajar un poco más lejos y a lo grande.
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